Es una necesidad de movimientos prácticamente continuo sin posibilidad de mantenerse quieto. Los pacientes afectados sólo pueden permanecer quietos pero sólo durante breves intervalos debido a una sensación de intranquilidad que va aumentando y que sólo se libera con el movimiento.
La forma aguda se presenta en las primeras horas de tratamiento con neurolépticos, es autolimitada en el tiempo y tiende a retrogradar incluso cuando se prosiga el tratamiento con el psicofármaco.
La formá crónica o tardia tiende a ser persintente pero se pierde el correlato emocional de la necesidad de moverse, que el paciente no suele referir. Por lo general, la forma aguda no requiere tratamiento, mientras que las tardías pueden beneficiarse con los betabloqueantes y los opiáceos.