Al ser sociable por naturaleza y vivir en comunidades, el ser humano no solo traspasa virus y bienes inmuebles a otros congéneres sino también reacciones espasmódicas como los estornudos, emociones como la melancolía y hábitos como el tabaquismo o las ganas de hacer deporte.
En el último número de Nature Commnunications, el equipo de Sinan Aral y Christos Nicolaídes, del Instituto de Tecnología de Massachusetts, ha analizado registros de un millón de personas que corrieron más de 350 millones de kilómetros en cinco años en Estados Unidos.
Concluyen que el ejercicio es contagioso y el grado de contaminación depende del sexo de los infectados y de su nivel de amistad y de actividad. Es decir, mientras los varones se ven influidos tanto por otros varones como por mujeres, a las mujeres solo les influyen sus amigas.
Otra observación, dicen que interesante, es que los corredores menos activos influyen a los más activos, pero no así a la inversa. Ya se sabía que aficiones y caminos hacen amigos, y al revés, y no hay más que volver a ver Forrest Gump para percatarse del tirón infecto-contagioso de las endorfinas.