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Hasta el pasado 27 de septiembre la pandemia provocada por el SARS-CoV-2 ha provocado más de 250 millones de casos confirmados y la cifra de muertes supera los dos millones en la Región Europea de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Se trata de la peor crisis sanitaria en, al menos, los últimos 100 años, pero lo cierto es que el viejo continente se encuentra en lo que el doctor Hans Henri P. Kluge, director regional para Europa de la OMS, ha denominado como una “permacrisis” que va mucho más allá de la Covid-19.
“Durante más de un siglo Europa se ha enfrentado a múltiples crisis trascendentales. Pero en los últimos años, la frecuencia de las crisis ha ido en aumento, incluidas las relacionadas con el cambio climático y las enfermedades infecciosas emergentes, con una propagación cada vez más rápida en nuestro mundo interconectado”, ha declarado.
Durante la celebración de la 72º Sesión del Comité Regional de Europa de la OMS Kluge advirtió de que la Covid-19 “es la pandemia más visible, pero no la más mortal ni la más prevenible”. Unas palabras que hacen referencia a la grave situación provocada por las enfermedades cardiovasculares. Las estimaciones de la OMS sugieren desde el inicio de la pandemia “cinco veces más personas murieron a una edad promedio más joven debido a enfermedades cardiovasculares que a la Covid-19 en su peor momento”.
Ante esta fotografía el consumo de tabaco, la hipertensión y la contaminación deben erigirse como prioridades sanitarias para los gobiernos europeos y prevenir así las crecientes tasas de accidentes cerebrovasculares y ataques cardíacos. “Lo único que mata a más personas en nuestra región que el tabaco es la hipertensión: 2,4 millones de personas cada año, es decir, una de cada cuatro muertes en la región”. La hipertensión, más allá del consumo de sal, se relaciona además con la obesidad (uno de cada cuatro niños europeos la sufre) y con el consumo nocivo de alcohol (responsable de una de cada tres muertes en la región). La contaminación del aire se posiciona también como un funesto impulsor de la mortalidad (acaba en la región con la vida de más de 550.000 personas cada año, el 50% por enfermedades cardiovasculares).
A nivel global, las enfermedades no transmisibles ya matan a más personas que las infecciosas: una muerte cada dos segundos. Las enfermedades cardíacas, cerebrovasculares, diabetes, enfermedades respiratorias y cáncer han aumentado su incidencia y mortalidad. Y Europa, tal y como hemos visto, no es una excepción.
Pero el viejo continente está haciendo frente a otras enfermedades infecciosas más allá del SARS-CoV-2. La viruela del mono y el reciente resurgimiento de la poliomielitis derivada de la vacuna han sido clasificadas por la OMS como emergencias de salud pública de carácter internacional, de acuerdo con lo recogido en el Reglamento Sanitario Internacional.
El cambio climático se erige también como una de las grandes preocupaciones en Europa. El pasado verano el continente registró temperaturas récord con olas de calor extremo que han provocado nefastos incendios forestales.
“Y, no menos importante, una guerra devastadora en Ucrania que, desafortunadamente no muestra señales de desescalada y se ve agravada por horribles ataques a instalaciones y proveedores de salud, lo que también desencadena una crisis de salud mental de proporciones inmensas”, lamenta el director regional para Europa de la OMS.
“Debemos prepararnos con urgencia para emergencias sanitarias como pandemias, crisis relacionadas con el clima y conflictos. Por otro lado, debemos fortalecer urgentemente nuestros actuales sistemas de salud y servicios esenciales para hacer frente a la ‘permacrisis’ de las enfermedades no transmisibles y el VIH. Uno no puedo sacrificarse por otro. Requieren inversión en personal sanitario y salud mental”, concluía Kluge su última comparecencia advirtiendo a todos los Estados miembros que “esta es nuestra nueva normalidad y exige una respuesta de doble vía”.
Fuente: Consalud
