El 20% de los pacientes infectados por el SARS–CoV–2 evolucionan de forma grave con fiebre alta,
frecuencia respiratoria (FR) ≥30 rpm, saturación de oxígeno (SpO2) ≤93%, relación de la presión
parcial de oxígeno/fracción inspirada de oxígeno (PaO2/FiO2) ≤300 y/o infiltrados pulmonares que
ocupan más del 50% del territorio pulmonar (en 24–48h).
El 5% del total de pacientes acaban en situación crítica llegando al fallo respiratorio, shock y fallo multiorgánico, donde se requiere ventilación mecánica e ingreso en UCI. Sin embargo, el curso clínico sigue siendo muy rápido e
impredecible para la mayoría de los casos, siendo difícil anticiparse.
Los factores conocidos hasta ahora que marcan el pronóstico de la enfermedad son los siguientes:
edad avanzada, sexo masculino, linfocitopenia, valor alto de proteína C reactiva (PCR),
suplementación de oxígeno, una puntuación elevada en las evaluaciones del fallo orgánico
múltiple (evaluado por la Sequential Organ Failure Assessment –SOFA-), radiografía con infiltrados
pulmonares agresivos de rápida progresión, valores en la prueba de dímero-D mayor de 1 µg/mL
y la presencia de comorbilidades (hipertensión, enfermedad cardiovascular, diabetes, enfermedad
pulmonar obstructiva crónica (EPOC), cáncer y enfermedad hepática crónica, principalmente)
La evidencia actual muestra que el síndrome de distrés respiratorio agudo (SDRA) es el problema
más común de los pacientes (30-70%). Sin embargo, se están documentando importantes
complicaciones cardíacas como arritmias (44%), shock (30%) (presumiblemente por una
miocarditis de rápida progresión), y disfunción miocárdica (20–30%) , lo cual afecta
negativamente en el pronóstico clínico y en la mortalidad . Por ello, recomiendan atender a
los indicadores cardíacos de forma precoz .
Los problemas de coagulación también han sido descritos , como el tromboembolismo
venoso con una incidencia del 25% , los tromboembolismos pulmonares identificados en
algunos casos y los trombos microvasculares difusos hallados en los pulmones tras
autopsias . Por ello, recomiendan utilizar la prueba de dímero-D como indicador de riesgo.
Dicha actualización, así como la amplia variabilidad de signos y síntomas , refleja la necesidad
de abordar cada caso de forma individual, revisando antes de cualquier intervención las historias
clínicas de cada paciente, incluidas las anotaciones del mismo día y la información clínica
determinante: gasometría, SpO2, radiografías, FiO2, indicadores de coagulación, etc. La evaluación
se hará, a poder ser, a distancia, con el menor número de profesionales y tiempo posible.
Fuente: Sociedad Española de Neumología y Cirugía torácica