1. El coronavirus es muy peligroso para los niños y niñas.
Falso: La infección por coronavirus tiene una frecuencia bajísima de complicaciones en los menores y en los adultos sanos por debajo de los 40 años.
Debido al clima social de miedo que se ha generado, en las últimas semanas, muchas familias temen por la salud de sus hijos e hijas. Todas las autoridades sanitarias del mundo están de acuerdo en que la infección por coronavirus tiene un bajísimo riesgo de gravedad y muerte en aquellas personas que no sufren una enfermedad crónica de base, y más cuanto más jóvenes son. Eso incluye a niños y niñas e incluso recién nacidos. La COVID-19, aunque se han dado casos terribles, en conjunto, no es peligrosa para los niños y niñas.
2. Los niños y niñas son vectores de contagio, transmiten el virus más que los adultos.
Falso: Cualquier persona de cualquier edad puede contagiar el virus siempre que sea portadora o tenga la enfermedad.
No existe evidencia empírica alguna de que los menores sean más portadores que cualquier otro grupo de edad. Incluso hay dudas entre la comunidad científica de que el cierre de colegios sea, por sí solo, efectivo. Por eso no todos los países de Europa han clausurado los centros educativos de modo indiscriminado. Las medidas de contención basadas en aumentar el teletrabajo parecen mucho más eficaces. La idea que los niños y niñas son más contagiosos se basa en un prejuicio: que no se están quietos, lo tocan todo, no atienden las órdenes de los adultos y son más difíciles de controlar que, por ejemplo, los perros cuando llevan correa. Sin embargo, la experiencia nos demuestra que, debidamente orientados, niños y niñas son personas empáticas y razonables, a las que les gusta colaborar. Además, son capaces de adaptarse a numeras situaciones si les explicamos con claridad lo que ocurre, escuchamos sus opiniones y sugerencias, sus emociones (y, por qué no, también sus posibles quejas y frustraciones) y les permitimos participar en las soluciones.
3. Para frenar la curva, la única solución es el confinamiento total de los niños y niñas, como hacen en otros países.
Falso: No en todos los países de Europa se han adoptado medidas de confinamiento estricto.
Francia, Bélgica, Suiza, Austria, Inglaterra…, están siguiendo las recomendaciones de la OMS y permiten que los niños y niñas salgan de modo ordenado a dar una vuelta con sus padres cerca de casa. Estos últimos días, también se ha sumado Italia que a petición del Colegio de Psicólogos, y de asociaciones de educadores y familias, ha decidido que los niños y niñas puedan salir a pasear acompañados por un único progenitor y en un área cercana a su domicilio, manteniendo la distancia de seguridad. En Alemania, cuya administración está muy descentralizada, la mayoría de los Lander señalan en sus textos la necesidad vital del juego para la infancia y aconsejan que jueguen cada día en las áreas comunes, siempre con los mismos compañeros y atendiendo a ciertas reglas. En Suiza pueden salir y verse con sus compañeros o amigos más cercanos, siempre los mismos. En Francia puede salir a pasear las familias de modo aislado a un máximo de 1 km de su casa.
4. Las madres o padres positivos a coronavirus deben ser separados de sus hijos, no pueden ocuparse de su cuidado. Las madres no deben amamantar.
Falso: La enfermedad se contagia unos días antes de causar los primeros síntomas e incluso cuando no da síntomas. Si alguien de la familia está contagiado, es previsible que todos los que conviven en el mismo hogar lo estén.
Si los cuidadores, aún afectos de COVID-19, se encuentran bien (lo más frecuente en el caso de personas jóvenes y sin enfermedades previas) puede hacer las actividades que su estado les permita. No tiene sentido aislarse unos de otros en esos casos y el uso de mascarilla dentro del domicilio es de dudosa utilidad. La enfermedad no se transmite por la leche materna. Las madres pueden amamantar. Es previsible que, al igual que con otras enfermedades semejantes que causan catarros, la madre que pase una infección por coronavirus fabrique anticuerpos (defensas) contra el virus y que estas defensas pasen por la leche materna protegiendo al lactante. El lavado de manos antes y después de cualquier tarea, especialmente si se viene del exterior, es la mejor manera de controlar los contagios. No añadamos angustias innecesarias a las niñas y niños confinados separándolos también de sus progenitores o exponiéndolos a la visión enmascarada de sus padres, cuando el uso indiscriminado de mascarillas no ha demostrado ninguna utilidad.
5. Los españoles siendo como somos, debemos confinarnos aún más, o tendremos más muertos que en otros países.
Falso: Ni somos el país con más muertos en cifras absolutas ni por 100.000 habitantes, ni estamos en una fase más avanzada de la pandemia que el resto de países del mundo.
La mortalidad en cada zona depende de las características demográficas, de salud de la población y de la capacidad de respuesta de su sistema sanitario. Los porcentajes de ciudadanos en edad avanzada y/o con enfermedades crónicas previas y descompensadas (de pulmón, de corazón, de riñón, de diabetes, de cáncer activo, de déficit inmunitario) van a marcar la tasa de mortalidad de cada país y región. Recordemos que la enfermedad se ceba justo en esos grupos de edad, dejando indemnes a jóvenes, niños y, en general, a personas sanas previamente. Por otro lado, los españoles no respetamos menos las leyes ni somos más irresponsables que los europeos. Cada país ha ido adaptando el confinamiento a los datos aconsejados por los expertos en cada fase de la epidemia. La legislación francesa hizo referencia, desde el primer momento, a las características especiales de la población infantil, a la necesidad para su equilibrio de estar al aire libre y de moverse. Nuestras reglas de confinamiento son mucho más estrictas para la infancia que las de otros países. Flexibilizarlas nos ayudaría, además de a fortalecer la salud de nuestros hijos e hijas, a practicar la participación, el cuidado colectivo a la infancia y la responsabilidad.
6. El confinamiento en la infancia no tiene consecuencias. Los niños se adaptan a todo mejor que los adultos.
Falso: Los niños y niñas son una población más vulnerable al confinamiento que los adultos por diversas razones.
Al estar en fase de crecimiento, necesitan el medio natural para completar su desarrollo, tal y como lo han venido haciendo las criaturas de nuestra especie desde los orígenes. Precisan de aire fresco, luz natural, movimiento y juego, tierra, agua y vegetación. Para crecer saludablemente, se estima que son necesarias al menos tres o cuatro horas diarias de juego espontáneo al aire libre. Aún en esta situación especial, de confinamiento por la pandemia, la OMS recomienda, al menos, una hora al día de actividad física al aire libre. A muchos, el tamaño de sus domicilios no les permite casi ni moverse. Por otro lado, el vínculo emocional con sus padres, que necesitan para sobrevivir, les lleva a vivir intensamente las emociones de estos y a sufrir sus consecuencias. Ya se ha reconocido oficialmente en España que, desde el inicio del confinamiento, han aumentado los casos de malos tratos a la infancia en porcentajes muy preocupantes, además de la violencia de género, que también repercute directamente en niños y niñas. Aunque es la primera vez que atravesamos una crisis de esta magnitud, disponemos de investigaciones previas sobre confinamiento infantil y sus consecuencias en diversos contextos: guerras, niños refugiados, hikikimori etcétera, que nos ofrecen indicios perfectamente extrapolables a la situación actual. El confinamiento sí tiene consecuencias para la salud, el bienestar y el desarrollo físico y psíquico de niños y niñas.
7. En casa, los niños están más seguros. Solo sus padres son responsables de que estén bien.
Falso: Como demuestran 40 años de investigaciones en Psicología Ambiental, los niños y las niñas se desarrollan mejor al aire libre, a todos los niveles: físico, emocional, social, creativo e intelectual.
Está demostrado que en los espacios cerrados tienen más accidentes, y a la menor libertad de movimiento se une la fatiga atencional por un exceso de concentración que tiene efectos negativos sobre el humor y el comportamiento. Además, es un error pensar que son un asunto privado de sus padres. No pertenecen a sus familias porque no son objetos sino sujetos de derecho. Una categoría especial de ciudadanos cuyas necesidades especiales están reguladas por leyes internacionales. Son más vulnerables que otros colectivos porque, como hemos dicho, están en periodo de crecimiento. Y con sus características propias, forman parte de la comunidad. Como dice el famoso proverbio africano: para criar un hijo hace falta una tribu. Así ha sido desde los orígenes de nuestra especie. Algunos antropólogos llegan a afirmar que es precisamente la organización colectiva del cuidado a nuestras criaturas (que, a diferencia de otras especies, nacen completamente inmaduras), lo que nos ha hecho humanas y civilizadas. Sabemos que las vivencias y carencias infantiles tienen repercusiones importantes a lo largo de toda la vida. Para garantizar la democracia, todos los niños y niñas deben tener los mismos derechos y deberes. Pero en la situación actual, no todos disponen del mismo acceso al sol, al aire libre, a zonas verdes, al juego espontáneo en la naturaleza o a una familia tranquila y sosegada, factores que son indispensables para un desarrollo saludable.
8. Ahora lo importante es que hagan las tareas y “no pierdan” el curso.
Falso: Aunque los aprendizajes y resultados académicos son fundamentales para el futuro de los niños, en una situación crítica como la que vivimos, no son lo más importante.
Dado que la alteración de al menos un tercio del curso escolar afecta a casi 8 millones de estudiantes en todo el país, las soluciones solo pueden ser colectivas. En las familias, lo esencial es cuidar la salud física y mental de todos sus miembros, permitiendo que los pequeños expresen y elaboren de diversas maneras (dibujos, cuentos, música…) sus vivencias del encierro. Favorecer la comunicación, la conexión y el disfrute en común, aporta bienestar a todos. Y dejarles un espacio para que puedan cultivar sus intereses. Muchos de los grandes genios en las ciencias, las letras y las artes, estuvieron confinados en sus casas por enfermedad. Ello les permitió salirse un poco de la rutina escolar cotidiana para descubrir y desarrollar una pasión que, más adelante, se convertiría en su vocación y su profesión. Lo más importante ahora es que puedan integrar esta vivencia traumática, en mayor o menor grado para todas, a sus vidas. Integrarla y extraer de ella enseñanzas positivas.
Fuente: El país.