Se trata de fracturas extraarticulares que presentan una elevada frecuencia en la práctica diaria y que pueden ser aisladas o asociadas a una fractura de peroné.
Dada la situación subcutánea de la tibia estas fracturas son con gran diferencia lesiones abiertas. El incremento en nuestros días de los accidentes de tráfico ha llevado consigo una mayor incidencia y gravedad de estas lesiones.
Las lesiones pueden producirse por un mecanismo indirecto (flexión o torsión) y por mecanismo directo propias de accidentes de tráfico y caídas de altura. Estas lesiones suelen ser conminutas y desplazadas.
Una estructura importante en la reducción de estas fracturas es la membrana interósea que se extiende entre la tibia y el peroné y cuyo plano forma un ángulo con el plano axial que variá en los distintos niveles de la pierna. Las fracturas diafisarias de tibia solamente se pueden reducir colocando la pierna en el plano de la membrana interósea.
Se considera estable la fractura de tibia que tenga esta membrana íntegra, mientras que en aquellos casos en que esté rota, la fractura se considera inestable. Para valorar su integridad hay que explorar clínicamente la movilidad angular del foco de fractura en el plano de la membrana interósea.
Las fracturas de tibia se clasifican en función de la lesión de partes blandas en: cerradas y abiertas.
Asimismo las fracturas de tibia se pueden clasificar en función de su morfología en: Transversas, oblicuas, espiroideas, longitudinales, conminutas y bifocales.