«Yo la llamo mi hermana pequeña china», dice con cariño Marta Gómez. La fisioterapeuta española es una de las piezas claves del éxito de Yufei Zhang en Tokio. La nadadora china, que sufre escoliosis de nacimiento, ha deslumbrado en los Juegos colgándose dos oros (200 m mariposa con récord olímpico y relevos 4×200 m libre con plusmarca mundial) y dos platas (100 m mariposa y relevos 4×100 m estilos mixto). En los de Río quedó sexta en la prueba que ganó entonces Mireia Belmonte.
Desde mayo de 2019 está en manos de la fisioterapeuta española y para ella ha sido una de las primeras llamadas tras cada medalla. Gómez no ha podido acompañarla a Tokio por las restricciones por covid, pero ha estado en contacto diario con ella. «Me dice que estos éxitos son gracias a mí como parte de su equipo», dice con humildad a la vez que con orgullo por lo que ha conseguido Zhang.
A la española le surgió hace algo más de dos años la oportunidad de trabajar en China para el Comité Olímpico de allí y, aconsejada por el prestigioso doctor Manuel Leyes, aceptó la oferta. Al poco de estar allí, la Federación de Natación la fichó. Comenzó tratando a varios deportistas pero desde hace dos años está centrada sólo en Zhang.
«Me he tirado con ella horas y horas en la piscina observando sus movimientos y descubrir dónde estaba la ineficacia de sus movimientos para conseguir los segundos que te hacen oro olímpico. Y en el gimnasio era como una lapa pegada a ella porque era muy importante que ejecutase los ejercicios correctamente para reducir el riesgo de lesión«, explica.
Confinadas año y medio
Zhang nació con una curvatura antinatural de la espina dorsal y los dolores lumbares le limitaban a la hora de entrenar de forma eficiente. La española, además de tratarla en camilla con la fisioterapia tradicional, se dio cuenta de que podía mejorar su movimiento de cadera.
«Estaba muy rígida. Fuimos fortaleciendo las articulaciones de alrededor para que moviese esa zona sin dolor. Hasta ese momento nadie le había trabajado la cadera, el glúteo y la zona lumbar», explica. Y a los seis meses lograron que desaparecieran los dolores gracias también a su fuerza de voluntad porque siempre estaba dispuesta a robar tiempo de su descanso para los tratamientos.