La parálisis cerebral infantil (PCI) es un trastorno de carácter persistente, secundario a una lesión no progresiva en un cerebro inmaduro. Es un grupo heterogéneo de patologías, con etiologías diversas y clínica y pronóstico variables. Se excluyen los trastornos motores de etiología no cerebral, los procesos degenerativos o neoplásicos y los no persistentes.
Este trastorno, que afecta a la postura y al movimiento, debe ser persistente, aunque no invariable, dado que los cambios madurativos del sistema nervioso central (SNC) pueden dar lugar a síntomas cambiantes o de aparición tardía.
Aunque el trastorno motor es la característica clínica principal, los pacientes con PCI suelen presentar otras discapacidades, como retraso global del desarrollo, retraso mental, deficiencias sensoriales (visuales, auditivas), trastornos del aprendizaje y epilepsia.
Factores etiológicos:
Según la etapa en la que ha tenido lugar la agresión se pueden clasificar en:
a)Prenatales: Son los más frecuentes, aunque es un porcentaje importante de los casos son desconocidos. Incluyen: genéticos y cromosómicos, infecciones intrauterinas, hipoxia-isquemia, traumatismos, efecto de fármacos o tóxicos endógenos o exógenos, malformaciones cerebrales. Se incluyen también la prematuridad (causa importante de PCI actualmente) y el crecimiento intrauterino retardado.
b)Perinatales: Asfixia perinatal, hipoxia-isquemia postnatal, traumatismo obstétrico, hemorragia cerebral e infecciones graves, sobre todo del Sistema Nervioso Central.
c)Postnales: Representan el 5-10% de los casos. Incluyen: TCE grave, infecciones del Sistema Nervioso Central y enfermedad cerebrovascular.
Prevalencia:
En los países desarrollados es de 1,5-2,5 casos por cada 1000 recién nacidos vivos. Es más alta entre los recién nacidos pretérmino y los recién nacidos de bajo peso.