Es la perdida de solución de continuidad de la piel, en áreas donde ésta contacta con otras superficies ejerciendo presión, aumentando la intensidad de la presión si esta es ejercida en prominencias óseas.
Los tejidos se lesionan en un proceso necrótico o de muerte celular, pues al presionar prolongadamente una zona determinada de la piel, se interrumpe la circulación sanguínea, las células no reciben oxígeno ni nutrientes, y finalmente el tejido muere por anoxia (disminución del aporte de oxígeno).
Con la vejez y los consiguientes cambios físicos provocados, la piel sufre un continuo deterioro, tanto en estructura como en funciones.
Este envejecimiento cutáneo en la persona, predispone a contraer úlceras por presión, sobre todo en personas mayores inmovilizados, cuyo riesgo se multiplicará si no son objeto de cuidados preventivos.
Si una inmovilidad severa obliga al encamamiento, está situación multiplica la posibilidad de sufrir úlcera.